HOTELES. Perú. María Angola, del glamour al olvido.
Hotel María Angola, del glamour al olvido: corrupción, coimas y pugnas judiciales por el control del edificio ícono de Miraflores
El histórico hotel enfrenta hoy un incierto destino tras años de abandono, disputas judiciales y denuncias de corrupción. Su actual estado es reflejo de una larga batalla legal entre su propietaria y quienes controlaron el inmueble apoyados por redes de poder y maniobras en el sistema judicial.
En el corazón de Miraflores, el Hotel María Angola fue, durante décadas, sinónimo de lujo y glamour en Lima. Sus salones y centro de convenciones recibieron a estrellas mundiales: Air Supply, Shakira, Los Enanitos Verdes y tantas otras figuras internacionales tocaron o cantaron en su mítico escenario, mientras empresarios y socialités se codeaban en fiestas exclusivas. Hoy, el otrora epicentro de la vida cultural y el espectáculo limeño permanece en ruinas, abandonado a su suerte. Su único guardián es un gato, reflejo de una historia donde corrupción y crimen se entrecruzan con la frustración de un sueño truncado.
El María Angola lleva 16 años en el centro de una batalla legal. Su dueña, Ana Belutini, adquirió el hotel en 2009, tras una subasta pública convocada por el Estado, a través de FONAFE, luego de su quiebra e intervención por millonarias deudas. “En la cuarta subasta estatal, creí haber cumplido el sueño de mi vida”, recuerda Ana, hoy de 73 años, mientras recupera fuerzas para su enésimo recurso judicial. Entre el dolor por la viudez y la lucha contra el cáncer, nunca ha dejado de pelear por recuperar el inmueble.
¿Qué pasó con el María Angola?
El esplendor del María Angola comenzó a apagarse en los años 90, cuando la recesión arrasó con los grandes grupos empresariales peruanos. Salvador Richi, uno de los fundadores, fue declarado insolvente, y el hotel pasó a manos del Estado. En 2009, Belutini compró los derechos sobre el 65% de las deudas; pero al intentar registrar su propiedad, tropezó con un muro, tras descubrir que el Poder Judicial del Callao había tomado el control del hotel por investigaciones de lavado de activos, con Salvador Richi como presunto cabecilla.
El edificio, lejos de quedar fuera de uso, fue convertido en un centro de operaciones y fiestas para la red criminal de los “Cuellos Blancos del Puerto”, según el expediente fiscal. El juez Walter Ríos, hoy preso, fue parte de la trama; grabaciones y chats revelan cómo Richi negociaba coimas y privilegios para bloquear el ingreso de Belutini.
La vida del hotel, mientras tanto, mezclaba fiestas clandestinas, conciertos y negocios paralelos, con Richi administrando en la sombra gracias a una serie de medidas cautelares obtenidas por la fortuna de sus contactos judiciales. “El único que quería lucrar era el señor Richi”, afirma Ana, mientras muestra las huellas del abandono: vajilla y lavaderos tirados, paredes ajadas, el otrora glamoroso lobby convertido en galpón. “Si yo lo hubiese administrado no estaría tan cochino, tan triste, cerrado y abandonado”.
Irregularidades y corrupción
La historia está plagada de irregularidades. A pesar de que el Banco Latino, acreedor original, fue nacionalizado durante el gobierno aprista y el Estado acabó como principal deudor, el proceso de liquidación fue opaco y plagado de maniobras judiciales. En una subasta a la que solo los iniciados podían acceder, Belutini compró el hotel casi como se compra “un papelito de lotería”, convencida de la legalidad.
Pero la administradora judicial, Jacqueline Beltrán, designada primero para velar por la reparación civil en el caso de lavado de activos, jamás entregó la propiedad, pese a que Richi fue absuelto en 2004. Al contrario, le cedió la gestión al propio Richi por US$2,000 mensuales, cifra irrisoria para un negocio que facturaba decenas de miles con el casino, el hospedaje y los conciertos.
Cuando Ana intentó tomar posesión del inmueble, la venta fue anulada por FONAFE, alegando una medida cautelar, pero sin resolver el fondo del asunto. Desde entonces, el caso lleva más de una década entrampado en primera instancia judicial.
Mientras el hotel se caía a pedazos y trabajadores eran despedidos tras el cierre judicial de la pandemia, grabaciones difundidas por la Fiscalía Anticorrupción revelaron el tráfico de influencias, las coimas en vinos y banquetes entre jueces, empresarios y políticos. Richi paseaba tranquilo por el edificio, organizando eventos y sacando provecho de un bien que formalmente ya no le pertenecía.
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